Nayeli Lira Pena
Socio Nº: 488821 Mexico.
La niñez ha sido vista de diferentes
formas a lo largo de la historia. Hubo una época en que se veía al niño como "adulto pequeño", es decir no se conocía la infancia. Luego aparecen dos
formas totalmente opuestas de ver a los niños como "esencialmente malos"
o "esencialmente buenos".
El niño, antes de la modernidad, era
consideradocomo
un adulto pequeño, hacía parte del engranaje de una
sociedad y se educaba para ser adulto, para ayudar a conservar el grupo social.
Al desintegrarse esa cohesión, se vuelca la mirada al sujeto individual. Dentro
de esa concepción empieza a configurarse el niño como sujeto, como ser real
capaz de percibir el mundo de una manera diferente a la del adulto.
El término “niño” no ha tomado su
acepción moderna sino hasta el siglo XVII. Antes, no se sabían distinguir las
diversas edades, y el término de niño se aplicaba muchas veces incluso a los
adolescentes de 18 años. Sólo en los siglos XVII y XVIII aparecen palabras de
sentido más limitado, como “bambin” o “marmot”, a las que el siglo XIX añadiría
la de “bebé”.
Esta conquista del niño ha sido
paulatina y solo hasta principios del siglo XX, con los aportes de la
psicología congnitiva y del psicoanálisis, con los conceptos de desarrollo
evolutivo, con la mirada hacia la infancia para descubrir los origenes de los
complejos y los caracteres, con la plenitud de la conciencia histórica del
hombre, es que la noción de niño llega a configurarse como un estatuto digno de
ser mirado y estudiado desde todas las disciplinas.
Los saberes modernos privilegiaron la
infancia como objeto de investigación científica y de intervención social y
tuvieron como efecto una ampliación y complejización de la mirada sobre la
infancia, la cual se convirtió en la etapa de mayor importancia en la vida del
ser humano.
Mientras distintas disciplinas
científicas se preocupan por entender y conocer más sobre el niño y las etapas
de su desarrollo evolutivo, la situación social y económica fue dando lugar a
la aparición de la idea del
niño como propiedad, se le veía como un ser inferior, cuyo
destino debía ser controlado por los adultos; se le exigía una actitud
conformista y pasiva, y se le valoraba únicamente por su capacidad de trabajo.
Así surgió también la necesidad de crear leyes para regular el trabajo
infantil.
Aunque la concepción del niño en el
plano psicológico, ético y jurídico ha evolucionado, la realidad económica y
social que dio lugar a la idea del niño como propiedad o recurso económico
persiste y sirve de sustento ideológico a la práctica del trabajo y la explotación
económica de millones de niñas, niños y adolescentes en todo el mundo.
Hace 100 años, los niños tenían una
significativa presencia como fuerza laboral en los países industrializados (en
algunos casos de hasta un 50%), trabajando jornadas laborales de hasta 13 horas
diarias.
Actualmente el problema no ha sido
resuelto, y se carece de información suficientemente confiable acerca del
número real de niñas y niños en esta situación.
En América Latina, las niñas y los niños
trabajan mayoritariamente en el sector informal de la economía, con frecuencia
invisibilizados en talleres caseros de reparación, en la producción artesanal
de bienes de consumo, como vendedores ambulantes en las calles, o bien en los
basureros recolectando desechos.
Entre los años 30 y la década de los 50
el conductismo dictaminó que lo que verdaderamente cuenta en el desarrollo es
lo que viene de afuera: el aprendizaje. La psicología navega entre dos
alternativas: el niño viene a este mundo dotado de estructuras innatas y posee
mecanismos propios para el desarrollo de las mismas o bien el niño es una "tabula rasa" y todo, lo adquiere en contacto con el medio.
Partiendo de la definición de
aprendizaje entendido como “modificación continua del propio comportamiento en
base a la experiencia adquirida”, podemos trazar las líneas que caracterizan
este cambio. La edad que a nosotros nos interesa es la del niño y ha sido
durante muchos años objeto de estudios e investigaciones, aunque no siempre con
fines didáctico-pedagógicos. Hemos pasado del concepto de “niño” como un hombre pequeño que se prepara para la vida, al concepto de la mente del niño que se asemeja a una tabla rasa, sobre la que todo está por escribir. Hoy, podemos
afirmar que el niño tiene una autonomía propia y una dignidad propia en cuanto
tal, y no en preparación de algo. Y podemos también afirmar que no todo está
por escribir, porque los factores del aprendizaje pasan a través del patrimonio
genético e interacción con el medio ambiente, mediados por las formas
significativas de la experiencia.El niño es seguramente una esponja,
especialmente en la franja de edad que comprende de los 5 a los 12 años, que
absorbe todo lo que entra en contacto con ella, para después volver a
sintetizar y “recordar” solamente aquellas formas de experiencia que considera
significativas.
El niño es esencialmente sugestionable. Si se le dice sin cesar que es malo, torpe, egoísta,
embustero, etc., se le hunde, se le hace decaer de tal manera que no podrá
salir de allí. Los niños tienen más necesidad de estímulos que de castigos.
La idea del juicio o de la opinión que
de ellos se tiene desempeñan en el niño un papel importante en la elaboración
de esa madures psicológica en la que bordan cada día sus actos y pensamiento.
Recordemos la observación de Goethe,
aplicable a los niños y a los hombres: "Si consideramos a los hombres como
son, los haremos ser más malos; si los tratamos como si fueran lo que deberían
ser, los conduciremos a donde deben ser conducidos".
Tanto en la alabanza como en la
reprensión, en el premio como en el castigo, es necesario tener mesura, lógica
y justicia. Mesura, porque el exceso termina por desconcertar y hasta hace
dudar del juicio de quien ejerce la autoridad. Lógica, porque ¿qué significa
felicitar hoy una acción que mereció ayer una crítica?; Justicia, porque un
premio no merecido pierde su interés y su fuerza.
Se debe estimular al niño, más por el
esfuerzo que ha empleado, que por el resultado obtenido. Es necesario conseguir
que la aprobación de sus padres tenga para él más importancia que una golosina.
El período de desarrollo que va de los
seis a los doce años, tiene como experiencia central el ingreso al colegio. A
esta edad el niño debe salir de su casa y entrar a un mundo desconocido, donde
aquellas personas que forman su familia y su mundo hasta ese momento, quedan
fuera. Su éxito o fracaso en este período va a depender en parte de las
habilidades que haya desarrollado en sus seis años de vida anteriores. Este
hecho marca el inicio del desarrollo
del niño como persona en la sociedad a
la que pertenece, la cual hace exigencias que requieren de nuevas habilidades y
destrezas para su superación exitosa, y es, a través del colegio, que se le van
a entregar las herramientas necesarias para desenvolverse en el mundo adulto.
La entrada al colegio implica que el
niño debe enfrentar y adecuarse a un ambiente nuevo en el cual deberá lidiar
con demandas desconocidas hasta ese momento para él, aprender las expectativas
del colegio y de sus profesores y lograr la aceptación de su grupo de pares. La
adaptación y ajuste que el niño logre a este nuevo ambiente, como veremos
posteriormente, tiene una importancia que trasciende lo inmediato.
El desarrollo del niño lo podemos
separar por áreas; sin embargo existe una estrecha relación entre los aspectos
intelectual, afectivo, social y motor. Lo que vaya ocurriendo en un área va a
influir directamente el desarrollo en las otras, ya sea facilitándolo o
frenándolo o incluso anulándolo, y provocando el regreso del niño a conductas o
actitudes ya superadas
En el ámbito cognitivo, el niño de seis
años entra en la etapa que Piaget ha denominado OPERACIONES CONCRETAS. Esto significa que es capaz de utilizar el
pensamiento para resolver problemas, puede usar la representación mental del
hecho y no requiere operar sobre la realidad para resolverlo. Sin embargo las
operaciones concretas están estructuradas y organizadas en función de fenómenos
concretos, sucesos que suelen darse en el presente inmediato;
Otra etapa importante es donde el niño
debe desarrollar sus cualidades corporales, musculares y perceptivas, debe
alcanzar progresivamente un mayor conocimiento del mundo al que pertenece y en
la medida en que aprende a manejar los instrumentos y símbolos de su cultura,
va desplegando el sentimiento de competencia y reforzando su idea de ser capaz
de enfrentar y resolver los problemas que se le presentan. El mayor riesgo en
esta etapa es que el niño se perciba como incapaz o que experimente el fracaso
en forma sistemática, ya que esto va dando lugar a la aparición de sentimientos
de inferioridad, los cuales van consolidándose como eje central de su
personalidad.
El intercambio con los compañeros
permite al niño poder confrontar sus opiniones, sentimientos y actitudes,
ayudándole a examinar críticamente los valores que ha aceptado previamente como
incuestionables de sus padres, y así ir decidiendo cuáles conservará y cuales
descartará. Por otro lado, este mayor contacto con otros niños les da la
oportunidad de aprender cómo ajustar sus necesidades y deseos a los de otras
personas, cuándo ceder y cuándo permanecer firme.
BIBLIOGRAFIA
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