Los efectos de los castigos físicos y humillantes no pueden ser generalizados para todos los niños, porque dependen de la experiencia de vida de cada uno y de la configuración familiar en que el niño se encuentra.
Investigaciones y la experiencia práctica demuestran que entre los posibles efectos de los castigos físicos y humillantes están:
En los niños:
• Comprometen su autoestima, generando un sentimiento de poco valor y expectativas negativas sobre ellos mismos.
• Les enseñan a ser victimas. Al contrario de una creencia bastante diseminada de que los castigos hacen los niños “más fuertes” porque los “prepara para la vida”, sabemos que no apenas no los hacen más fuertes, sino que los vuelven más vulnerables y los convierten repetidamente en víctimas en diferentes situaciones y relaciones.
• Interfieren en su proceso de aprendizaje y en el desarrollo de su inteligencia, sus sentidos y emociones.
• Les hace sentir soledad, tristeza y abandono.
• Les hace incorporar una visión negativa de las personas y de la sociedad como un lugar amenazador a su modo de ver la vida.
• Crean una barrera que impide o dificulta la comunicación con sus padres, madres o cuidadores y compromete los vínculos emocionales establecidos entre ellos.
• Hacen sentir rabia y ganas de huir de la casa.
• Producen más violencia; enseñan que la violencia es un modo adecuado de resolver los problemas y conflictos.
• Dificultan la protección del niño contra otras formas o niveles de violencia.
• Causan dificultades de integración social.
• No enseñan a cooperar con las figuras de autoridad, sino a obedecer las normas o transgredirlas.
En los adultos – padres, madres o cuidadores:
• Producen ansiedad y culpa, incluso cuando se considera correcta la aplicación de este tipo de castigo.
• Producen más violencia. El uso de los castigos físicos y humillantes aumenta la probabilidad de que los padres, madres o cuidadores manifiesten comportamientos violentos en el futuro en otros contextos, con más frecuencia y intensidad.
• Impiden o dificultan la comunicación con los niños y comprometen las relaciones familiares.
¿Por qué los adultos usan castigos físicos y humillantes contra niños?
Los castigos físicos y humillantes contra niños se hallan ampliamente diseminados en nuestra sociedad, sobre todo porque son defendidos como una práctica legítima de educación y disciplina en las familias y en otras instituciones. Sin embargo, muchos padres no creen que la violencia sea la mejor forma de educar y disciplinar un niño.
Cuando escuchamos las familias, observamos que, frecuentemente, ellas sienten la falta de alternativas en el momento de establecer límites para sus niños.
Veamos algunas de las motivaciones de padres, madres o cuidadores para usar el castigo físico y humillante:
• ellos consideran los castigos oportunos para la educación de los niños;
• creen que deben imponer límites y disciplinar los niños usando censura, gritos, insultos, palmadas, golpes, restricciones u otras formas de agresiones físicas o verbales;
• carecen de recursos suficientes para enfrentar una situación de conflicto;
• no conocen modelos de disciplina positiva, basados en la no-violencia, en el respeto y en la educación como una experiencia de intercambio, aprendizaje y búsqueda de soluciones conjuntamente con los niños;
• quieren descargar su rabia;
• no tienen control sobre sus emociones e impulsos;
• también fueron educados de esa forma por sus padres o cuidadores y creen que esa es la mejor forma de disciplinar a los niños.
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