Posted: 02 Jun 2012 07:21 PM PDT
Así como muchas mujeres leen, consultan, comparten nuestros artículos y nos envían comentarios, un número cada vez mayor de varones de distintas edades se interesa por su bienestar psicológico, por aprender a relacionarse mejor con su pareja, sus hijos, compañeros de trabajo, con sus empleados, y piden orientación para afrontar distintas dificultades que atraviesan.
El porcentaje de hombres y mujeres en nuestros consultorios de Múltiples Miradas en lo que va del 2012, es prácticamente igual, por tal motivo es que estamos pensando en ofrecer a los hombres un taller para la reflexión, diálogo, encuentro con pares, pronto, les estaremos comunicando.
En este artículo brindamos un resumen de “Hombres en la dulce espera” de Sergio Sinay, recomendamos su completa lectura, es una guía valiosísima para aprovechar en estos tiempos…
Nadie nace sabiendo cómo se es padre. Pero el varón tiene a su disposición una dulce espera de nueve meses a lo largo de la cual puede empezar a forjarse como papá. Es uno de los ritos de iniciación y uno de los procesos de pasaje más ricos y maravillosos que la vida pone ante él.
Es por ello que los padres no nacen, se hacen. Son los hijos quienes nacen. Lo principal es que el padre empieza a hacerse junto a la gestación del hijo. El padre se desarrolla y crece con su hijo. Si estamos ausentes a partir de ahí, habremos cavado un vacío difícil y doloroso. Pero si estamos en nuestro lugar a partir de entonces, habremos construido una presencia nutriente y fecunda.
Por supuesto, se trata de un papel desconocido para el hombre. Por lo tanto no tiene la obligación de saber cómo se hace. Pero sí es importante saber que un hijo necesita de su padre desde el mismo momento en que es concebido. Lo necesita cuando está en la panza de su madre. Lo necesita cuando atraviesa ese canal que lo lleva de esa sagrada intimidad hacia el mundo exterior. Lo necesita en los días, los meses y años que siguen. Lo necesita como padre, como hombre, como persona que fue responsable de engendrarlo y no sólo como proveedor de material.
Más allá de todo esto, la paternidad tiene otros aspectos además de la razón que la impulsan. Uno es el deseo. No basta solamente con las ganas de ser padre, para que, por arte de magia esta condición se asuma y se concrete. Como ocurre con todo el rico espectro de las emociones y sentimientos humanos, este deseo no se da en estado puro y absoluto. Lo acompañan habitualmente, sobre todo a partir del momento en el que se concreta, la ansiedad, la obsesión y sobre todo el miedo. Podemos estar muy seguros de la razón que nos lleva a convertirnos en padres y aun así pueden filtrarse interrogantes que nos acompañarán a lo largo del camino:
•¿es este el momento adecuado aunque la razón sea fuerte?
•¿será mi hijo como yo lo imagino o emprenderá otro camino aun a pesar de mis intenciones?
•¿cómo será nuestra vida de pareja a partir del hijo?
•¿si el embarazo es complicado, sabré responder como ella espera de mí?
•¿debo despedirme de los proyectos que no concreté hasta hoy?
Las respuestas a estas preguntas y a otras más que se generan, no se pueden sintetizar en un fórmula. Es que éstas no se conforman a partir de hechos objetivos, sino de las circunstancias y los momentos personales y subjetivos de las personas involucradas. Sólo la experiencia puede dar paso a la realidad en reemplazo de las fantasías y los supuestos.
Es importante remarcar que tanto el hombre como la mujer son necesarios en el embarazo y crianza de su propio hijo. Creo útil advertir que la presencia paterna no debe hacerse a costa o en contra de la madre, sino complementarse con la de aquella.
Aunque los hombres hayan sido educados y crecido bajo la consigna imperiosa de ser fuerte, valiente, invulnerable, sereno, racional, práctico, actuante y decidido; un hombre puede aparecer además tierno, emotivo, intuitivo, sensible, nutriente y comprensivo.
Con el hijo nace un padre
Hay más que un recién nacido en esa sala de partos en la que acaba de escucharse el primer llanto de un bebé. Hay, sin duda, una madre recién nacida y hay un padre recién nacido. Ése sos vos. No importa si es tu primer hijo o el séptimo. Acabas de nacer (por primera vez o una vez más) como padre. La gestación del hijo, a lo largo de esos 265 días desde la concepción, es paralela al nacimiento del padre.
Has nacido como padre. Otros varones, otros hombres, otros padres te esperamos y te recibimos. Conocemos tus silencios, tus sueños, tus pesadillas, tus fantasías, tus temores, tus necesidades, tus ansiedades, tu fuerza, tu fragilidad, tu potencia, tu gloria, tu orgullo. Son las nuestras. Los hombres empezamos a buscarnos para compartirlas. Sergio Sinay, 1995
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